La asociación FEAFES Almendralejo, que es una asociación de ayuda a familiares y personas con problemas de salud mental, ha venido a nuestro centro para entregar un premio a nuestras alumnas Marta Martín Gómez, que ha sido la ganadora del «I CONCURSO DE RELATOS CORTOS FEAFES SALUD MENTAL ALMENDRALEJO», y a María Álvarez San Miguel, que ha quedado en tercera posición. El concurso consistía en escribir un relato corto sobre la salud mental positiva. También queremos destacar que María Moreno Salamanca ha quedado en tercer lugar en el «I CERTAMEN LITERARIO DE RELATOS CORTOS CONCIENCIA LIBRE». En este concurso participaban personas de toda España y de toda Latinoamérica. Estamos muy orgullosos. Nuestra más sincera enhorabuena.
A continuación, os dejamos los enlaces para que puedan disfrutar de la lectura de los relatos.
La vida es bella.
La primera vez que te vi, me invitaste a bailar. No me di cuenta de que ya habíamos empezado hasta el tercer vals. Me sumergiste en las profundidades de mi propio océano, el cual estaba tan oscuro que choqué con miles de rocas, pero nunca llegaba a ver las heridas debido a la falta de claridad.
Traté de escapar de tu voz, sacármela de la cabeza, para al menos conciliar el sueño. Pero siempre aparecías al otro lado de la cama, contándome las mejores historias que jamás haya escuchado, ¿por qué nunca llegabas al final? Recuerdo reclamar mi final pero, ¿cuál era mi final? A veces sentía que ya estaba en él. También había más incógnitas, me rompía la cabeza pensando en preguntas sin encontrarle algún tipo de respuesta, reflexionaba sobre el sentido de la vida, de mi vida. Las lágrimas que soltaba cuando encontraba alguna respuesta, eran tu alarma, salías de mi desorden para ser mi ángel de la guarda. Lo que nunca llegué a plantearme fue si tú le cortaste las alas al verdadero.
Pasaba mis días como noches, mientras que estas eran un eterno ping pong entre nosotros. Me sentía en la miseria, pero tu me decías que ahí estaba la luz. Hasta que, encontré esta luz. Siempre me preguntaba ¿quién está atado a quién? pero eran tus manos las que tapaban mi visión, rompiste mi corazón a la mitad para tú poder encajar. Cuando pedía un deseo, tu soplabas la vela. Porque sin ti, la vida es bella.
Relato “Conciencia libre”.
Hace muchos años mis padres decidieron mudarse a España y dejar atrás nuestras vidas en Irán. Vivíamos en Ahvaz, una ciudad iraní que se encuentra cerca de la frontera con Irak. Yo apenas tenía 7 años cuando mis padres tomaron esta decisión, así que las memorias de mi ciudad natal son casi inexistentes. Tengo un leve recuerdo sobre el calor que pasamos en 2017 y sobre lo mucho que me gustaba observar como los barcos navegaban por el río. Me acuerdo también de mis abuelos y de mis tíos, y aunque les tengo mucho cariño, a quien más echo de menos es a mi prima Adila.
Cuando éramos pequeñas nos pasábamos horas y horas jugando en las calles de Ahvaz. Nuestra despedida fue muy dura para mí, pero la distancia no consiguió romper nuestro vínculo. Yo sabía que a mi prima le hubiese encantado mudarse con nosotros a España, pero su madre jamás lo hubiese consentido. Mi tía quería que Adila encontrase un buen marido lo antes posible y que acatase todas las normas establecidas por la sociedad; Sin embargo, mi prima anhelaba ser libre y poder construir su propio futuro. Desde que me mudé a España, Adila y yo hablábamos a diario por mensaje y nos informábamos de todas las novedades, hasta que un día, su respuesta no llegó.
Ese día, todo transcurría con normalidad. Hablé con ella después del instituto y me dijo que iba a salir a comprar un par de cosas. Dos horas después, le volví a preguntar pero no me contestó. Al principio pensé que tal vez estaría ocupada comprando o que incluso su móvil podría haberse quedado sin batería. No le di importancia y seguí con mis ocupaciones. Hice mis deberes, fui al conservatorio y quedé un rato con mis amigas.
Al volver a casa ese mismo día, encontré a mi madre llorando en el sofá del salón. Yo no entendía nada. En medio de mi asombro, me di cuenta de que el móvil de mi madre estaba encendido. Fue en ese momento en el que mi mundo se vino abajo. Una foto de mi prima Adila se mostraba en la pantalla. Mi prima estaba herida gravemente, al borde de la muerte, tras haber sufrido una agresión por no llevar puesto el hiyab. Estallé en lágrimas en ese mismo instante.
A mi prima nunca le había gustado llevar puesto el hiyab, pero lo mantenía por obligación de parte de nuestra religión y de la sociedad iraní. Ya me lo había comentado varias veces anteriormente, pero yo nunca había llegado a entender su punto de vista. En España nunca había tenido ningún problema respecto a ese tema. Aquí yo tenía total libertad de decidir si quería llevarlo o no, y tanto mis padres como mis compañeros lo respetaban.Tras el violento suceso, logré entender a mi prima. Fui capaz de comprender el sentimiento de frustración que mi prima llevaba viviendo tantos años siendo obligada en contra de su voluntad a llevar el hiyab. Pero sobre todo, comprendí el miedo que pasó aquel 24 de enero de 2022 en las calles de Ahvaz, calles en las que un día fuimos felices juntas.
Una semana después del fallecimiento de mi prima, decidí volver a mi ciudad de origen. Tras visitar a mis familiares, a los cuales llevaba tanto tiempo sin ver, me uní a las manifestaciones en nombre de mi querida prima. Las fuerzas de seguridad intentaron dispersarnos con métodos extremadamente violentos, desde gases lacrimógenos hasta disparos, pero nada de eso me importó. Ya no sentía miedo. La imagen de mi pobre prima tumbada en una camilla de hospital estaba presente en mi cabeza, y me daba fuerzas para seguir luchando.
Miles de personas se unieron a la manifestación, y muchas de ellas resultaron heridas. El quinto día que salí a protestar contra los abusos que se llevaban cometiendo durante tantos años, un hombre que rondaba los 40 años de edad me gritó: “Ponte el hiyab y vuelve a tu casa o te mataré”. No le hice caso y seguí con la protesta, hasta que de repente, el hombre sacó una pistola de su bolsillo y me disparó. Al día siguiente me desperté en el hospital. Había tenido mucha suerte, me había disparado en la pierna y había sobrevivido. Aunque me costó volver a andar con normalidad, este horrible suceso no me frenó en absoluto. Seguí manifestándome e incluso incité a mujeres que sentían miedo de hacerlo a que se unieran a la causa.
20 años después, echo la vista atrás y me enorgullezco de todo lo que hemos logrado en estos últimos años. Hoy en día, las mujeres musulmanas somos libres de decidir si queremos llevar hiyab o no y no somos juzgadas por ello. Además, somos capaces de determinar nuestro propio futuro, sin tener que depender de ningún hombre para hacer lo que realmente nos gusta. Por fin hemos obtenido lo que tantos siglos llevábamos buscando: libertad e igualdad.
Adila fue solo una de las miles de mujeres que sufrían en silencio y eran obligadas a seguir unas normas con las que no estaban de acuerdo. Tal vez ya no pueda hacer nada para evitar lo que le ocurrió, pero tengo muy claro que hice todo lo posible para que los derechos de las mujeres musulmanas sean respetados.
Querido amigo:
Hace mucho que no se nada de ti y no sé si eso es bueno o malo.
Aún recuerdo el día en el que nuestros caminos se cruzaron, aquella noche será siempre un capítulo importante en nuestras historias. Hasta entonces habías crecido en un ambiente acogedor y aparentemente estable; sin embargo, todo cambio ese 3 de diciembre en el que las horas parecían tener minutos de más. Ese adiós forzado a tu madre creó un vinculo entre nosotros que no se volvería a romper hasta hace escasos meses.
Continuaste creciendo y yo lo hacia al mismo tiempo contigo. Nunca te han gustado mis muestras de afecto, tampoco que te viesen conmigo, te avergonzaba el hecho de tenerme a tu lado. Pero, poco a poco me convertí en parte de tu rutina diaria. Fue un proceso muy lento y pese que al principio pensaba que solo me querías en momentos puntuales, como las cenas familiares que siempre acababan en peleas, o las largas noches de invierno, poco a poco comencé a adentrarme más en tu vida. Empezaste a incluirme en momentos en los que antes estaba excluido, como tus partidos e incluso en esas reuniones de amigos que mantenías tan separadas de mí. Nuestra amistad era perfecta. Éramos perfectos. Pero todo empezó a derrumbarse hace apenas tres meses.
Cuando aquella chica rubia te miró por primera vez en aquella cafetería yo estaba presente, cuando te acercase a ella, temblando por miedo a lo que podría haber pasado, allí estaba yo; Sin embargo, empezaste a dejarme de lado cuando quedabas con ella, tú no te dabas cuenta, pero con ella eras más feliz.
No le hablaste de mi hasta pasado un año de vuestro primer encuentro. Le contaste por primera vez a alguien sobre nuestra amistad, nuestras charlas nocturnas y constantes encuentros. Entones fue cuando ella decidió hablarte sobre esas charlas, a las que empezaste a ir mes tras mes, semana tras semana, día tras día. Acudías a ellas como una solución, como método de escape y no dejaste de ir hasta que yo desaparecí de tu vida, Y así lo hice.
Al empezar a redactar esta carta me he dado cuenta de que, aunque a veces tengas vagos recuerdos de lo que éramos, ahora eres feliz, y yo te he perdido para siempre.